lunes, 8 de noviembre de 2010

Rmpecabezas (fragmento)

Pasan cerca de una cochería incendiada y ven algunos brazos giratorios y sus bocas desgarradoras aullando por agua como sirenas. La madre les asegura que mataron al hijo y sin embargo Barrientos quiere convencerla de que el tipo se pegó un tiro porque había suficientes razones y una vida de mierda lo suficientemente desperdiciada como para apretar un gatillo muy cerca de los sesos. Por economía no había que culpar a nadie. La madre grita y, por extrañas razones, todas las madres, esposas, hermanas, tías, madrinas y vecinas de los buenos para nada, se matarían por demostrar que fueron asesinados y no suicidas, asesinados justo en medio de una desmedida bonanza de vida plena y fresca de inocentes muchachos, dedicadísimos bien peinados y bien  pensantes. Con lo cual Barrientos, bailando entre los fajos de cartones de tanta casa, toma el hombro aniñado de la madre y le repite que su hijo acabó por matarse, entonando con simpatía y sin preámbulos, pero ella lo mira y oye el reclamo de las aves por encima del humo del mundo. Y queda claro que hacía falta para  consuelo el sabihondo con brazos fértiles; el narrador ve brotar nada más que espuma de la garganta de Barrientos, sintiéndole el aliento a cacha de birra, que hasta parecía haberse masticado entera la cerveza lata.

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