jueves, 4 de noviembre de 2010

Rompecabezas (fragmento)

 

Era con brevedad o podredumbre como se le deslizó entre los dientes el camino de la frase y el sabihondo prestó cautela a la respuesta porque en el fondo podía entendérselo como conocido suyo un hombre tan afecto al autosacrificio y tan expuesto a la burla de esa melodía sardónica emanando del parlante de Barrientos, el celular a punto de interrumpirles pero también la mujer, con sus ojos taponados de lágrimas, hecha una mole de sal ante el mundo que se le había derrumbado, océano de sal destituida ahogándole el cuerpo de los ojos. El sabihondo respiró enfrascado en la indignación, su garganta se llenó de piedras al abrazarla, porque ella había gritado que era un veterano y su marido ya estaba muerto.

-- Era un sobreviviente --ya estaba muerto y en Barrientos se hacía cuenta de que no podía creerlo, pero también sus bolsillos sentían allí el vacío de las cuentas impagas. La mayor deuda era vivir por entonces, y hoy es una deuda menor porque de vez en cuando el Gobierno abre el gallinero y sacrifica al bataraz para obtener en trueque el maíz y andar amansando sobrevivientes famélicos de lombrices frescas.

--¿En verdad? Pero, este hombre ¿nunca cobró la vida? -La escena tiene un tinte simpático, vista a media mañana.

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