sábado, 19 de julio de 2014

Inundación del catorce no sea tanta, Dios

ahora que el río está alto deberíamos preguntar a los difuntos y ahogados hasta qué hora piensan estar ahí,
(haciendo burbujas junto a los comerciales y paseros
que contrabandeaban infectados de ilusiones)
camuflando al periquito del dengue
bailando por el círculo de nuestros codazos
y hacia dónde irán luego
yo sé que plantan verrugas
en nuestras axilas
diminutas como mordiscos oculares
y en silencio
una muchedumbre hace cola en el pontón
para echar narices al riacho cuando inhale o exhale niñitos envueltos en sangre
y por momentos las embarazadas y parturientas y madres primerizas
se acercan al ara del río paraguay
y acusándolo de robo intentan reimplantarse esos fetos carilindos (estilo mueck) de 40 kilos
en el vientre ya vedado
o se lo entregan para que en un bautismal acoso
los envuelva con su manta de botellas y cáscaras y prefectos y motores de cuatro tiempos
porque el río, habilitado único para semejante delirio
en la curvatura mágica de la frontera hace una parábola
y aplastándonos al lodo hace como el pescador a las lombrices,
amocosándonos en alguna que otra barrera,
y tomándonos del rabo o la cabeza,
ensarta lo que nos quede de identitario en un anzuelo
y se lo echa a la garganta
y con espanto hace gárgara y canta
una canción de cuna para los boluditos que se ahogaban al no hacer pie.

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